Salmos 119:97-128

Salmos 119:97-128

Mem

¡Oh, cuánto amo tus enseñanzas!
Pienso en ellas todo el día.
Tus mandatos me hacen más sabio que mis enemigos,
pues me guían constantemente.
Así es, tengo mejor percepción que mis maestros,
porque siempre pienso en tus leyes.
Hasta soy más sabio que los ancianos,
porque he obedecido tus mandamientos.
Me negué a andar por cualquier mal camino,
a fin de permanecer obediente a tu palabra.
No me he apartado de tus ordenanzas,
porque me has enseñado bien.
¡Qué dulces son a mi paladar tus palabras!
Son más dulces que la miel.
Tus mandamientos me dan entendimiento;
¡con razón detesto cada camino falso de la vida!

Nun

Tu palabra es una lámpara que guía mis pies
y una luz para mi camino.
Lo prometí una vez y volveré a prometerlo:
obedeceré tus justas ordenanzas.
He sufrido mucho, oh Señor;
restaura mi vida, como lo prometiste.
Señor, acepta mi ofrenda de alabanza
y enséñame tus ordenanzas.
Mi vida pende de un hilo constantemente,
pero no dejaré de obedecer tus enseñanzas.
Los malvados me han tendido sus trampas,
pero no me apartaré de tus mandamientos.
Tus leyes son mi tesoro;
son el deleite de mi corazón.
Estoy decidido a obedecer tus decretos
hasta el final.

Sámec

Detesto a los que tienen divididas sus lealtades,
pero amo tus enseñanzas.
Tú eres mi refugio y mi escudo;
tu palabra es la fuente de mi esperanza.
Lárguense de mi vida, ustedes los de mente malvada,
porque tengo la intención de obedecer los mandatos de mi Dios.
¡Señor, sostenme como prometiste para que viva!
No permitas que se aplaste mi esperanza.
Sostenme y seré rescatado;
entonces meditaré continuamente en tus decretos.
Pero has rechazado a todos los que se apartan de tus decretos,
quienes no hacen más que engañarse a sí mismos.
Desechas a los perversos de la tierra como si fueran desperdicios;
¡con razón me encanta obedecer tus leyes!
Me estremezco por mi temor a ti;
quedo en temor reverente ante tus ordenanzas.

Ayin

No me dejes a merced de mis enemigos,
porque he hecho lo que es correcto y justo.
Te ruego que me des seguridad de una bendición.
¡No permitas que los arrogantes me opriman!
Mis ojos se esfuerzan por ver tu rescate,
por ver la verdad de tu promesa cumplida.
Soy tu siervo; trátame con tu amor inagotable
y enséñame tus decretos.
Da discernimiento a este siervo tuyo;
entonces comprenderé tus leyes.
Señor, es tiempo de que actúes,
porque esta gente malvada ha desobedecido tus enseñanzas.
De verdad, amo tus mandatos
más que el oro, incluso que el oro más fino.
Cada uno de tus mandamientos es recto;
por eso detesto todo camino falso.