Isaías 40:1-17

Isaías 40:1-17

«Consuelen, consuelen a mi pueblo
—dice su Dios—.
Hablen con ternura a Jerusalén
y díganle que se acabaron sus días tristes
y que sus pecados están perdonados.
Sí, el Señor le dio doble castigo
por todos sus pecados».

¡Escuchen! Es la voz de alguien que clama:
«¡Abran camino a través del desierto
para el Señor!
¡Hagan una carretera derecha a través de la tierra baldía
para nuestro Dios!
Rellenen los valles
y allanen los montes y las colinas;
enderecen las curvas
y suavicen los lugares ásperos.
Entonces se revelará la gloria del Señor
y todas las personas la verán.
¡El Señor ha hablado!».

Una voz dijo: «¡Grita!».
Y yo pregunté: «¿Qué debo gritar?».

«Grita que los seres humanos son como la hierba.
Su belleza se desvanece tan rápido
como las flores en un campo.
La hierba se seca y las flores se marchitan
bajo el aliento del Señor.
Y así sucede también con los seres humanos.
La hierba se seca y las flores se marchitan,
pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre».

¡Oh Sion, mensajera de buenas noticias,
grita desde las cimas de los montes!
Grítalo más fuerte, oh Jerusalén.
Grita y no tengas miedo.
Diles a las ciudades de Judá:
«¡Aquí viene su Dios!».
Sí, el Señor Soberano viene con poder
y reinará con brazo poderoso.
Miren, él trae consigo su recompensa.
Alimentará su rebaño como un pastor;
llevará en sus brazos los corderos
y los mantendrá cerca de su corazón.
Guiará con delicadeza a las ovejas con crías.

¿Quién ha sostenido los océanos en la mano?
¿Quién ha medido los cielos con los dedos?
¿Quién sabe cuánto pesa la tierra,
o ha pesado los montes y las colinas en una balanza?
¿Quién puede dar consejos al Espíritu del Señor?
¿Quién sabe lo suficiente para aconsejarlo o instruirlo?
¿Acaso el Señor alguna vez ha necesitado el consejo de alguien?
¿Necesita que se le instruya sobre lo que es bueno?
¿Le enseñó alguien al Señor lo que es correcto,
o le mostró la senda de la justicia?

No, porque todas las naciones del mundo
no son más que un grano de arena en el desierto.
No son más que una capa de polvo
sobre la balanza.
Él levanta el mundo entero
como si fuera un grano de arena.
Toda la madera de los bosques del Líbano
y todos los animales del Líbano no serían suficientes
para presentar una ofrenda quemada digna de nuestro Dios.
Las naciones del mundo no valen nada para él.
Ante sus ojos, cuentan menos que nada;
son solo vacío y espuma.

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