Miqueas 3
Yo dije: «¡Escuchen, líderes de Israel!
Ustedes deberían saber cómo distinguir entre lo bueno y lo malo.
Sin embargo, ustedes mismos son los
que odian lo bueno y aman lo malo.
Despellejan vivo a mi pueblo
y le arrancan la carne de sus huesos.
Sí, devoran la carne de mi pueblo,
le arrancan la piel
y le rompen los huesos.
Los cortan en pedazos,
como carne para la olla.
¡Y luego, cuando tienen problemas, suplican la ayuda del Señor!
¿Realmente esperan que él les responda?
Después de todo el mal que han hecho,
¡ni siquiera los mirará!».
Esto es lo que dice el Señor:
«¡Ustedes, falsos profetas, llevan a mi pueblo por mal camino!
Prometen paz a quienes les dan de comer,
pero le declaran la guerra a quienes se niegan a alimentarlos.
Ahora la noche caerá sobre ustedes
y acabará con todas sus visiones.
La oscuridad los cubrirá
y pondrá fin a sus predicciones.
El sol se pondrá para ustedes, profetas,
y su día terminará.
Entonces ustedes, videntes, serán avergonzados
y ustedes, adivinadores, serán deshonrados.
Cubrirán sus rostros,
porque no hay respuesta de Dios».
Yo, en cambio, estoy lleno de poder,
lleno del Espíritu del Señor.
Estoy lleno de justicia y de fuerza
para denunciar con valentía el pecado y la rebelión de Israel.
¡Escúchenme, líderes de Israel!
Ustedes odian la justicia y tuercen todo lo recto.
Construyen Jerusalén
sobre cimientos de crimen y corrupción.
Ustedes, gobernantes, toman decisiones con base en sobornos;
ustedes, sacerdotes, enseñan las leyes de Dios solo por dinero;
ustedes, profetas, no profetizan a menos que se les pague.
Sin embargo, todos alegan depender del Señor.
«Nada malo nos puede suceder—dicen ustedes—
porque el Señor está entre nosotros».
Por causa de ustedes, el monte Sion quedará arado como un campo abierto;
¡Jerusalén será reducida a escombros!
Un matorral crecerá en las cumbres,
donde ahora se encuentra el templo.